jueves, 22 de enero de 2009

Arte Vandálico - ¿Una Vanguardia?


El País 22/01/2009

En casa soy formal, en la calle destrozo vacas

Los ataques al arte callejero en Madrid revelan el desprecio al espacio público de muchos españoles - El individualismo, las carencias educativas y la herencia dictatorial lo explican

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¿Somos los españoles menos cívicos que en otros países? Es difícil dar una respuesta objetiva. Lo cierto es que las vacas, que se han expuesto en decenas de ciudades, han tenido problemas con el vandalismo en muchas de ellas, mientras que en otras a nadie le dio por atacarlas. Actos vandálicos hay en todo el mundo.
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Y digo yo, y refiriéndome al tema de las vacas y pintadas, no al resto del artículo, ¿no seremos los españoles los más artistas de europa? Tampoco pretendo decir que todas las pintadas sean una intervención interesante (la mayoria son más bien marcas territoriales como lo son las meadas de los perros). ¿Me quieren decir que el museo o el arte directamente relacionado a él es una pieza sagrada?


Precisamente la foto me hace bastante gracia, creo que es un buen acto vandálico. Como dice la "vandálica pintada", el arte está en la calle.




Desde Vigo con la cabeza cuantizada.

domingo, 4 de enero de 2009

2009



Para 2009 todos mis deseos para mí y mis amigos son los de Manuel Vicent, uno de mis santos.



La rutina es "necesaria" hasta cierto punto, pero como dice Vicent:



No existe otro remedio conocido para que el tiempo discurra muy despacio sin resbalar sobre la memoria que vivir a cualquier edad pasiones nuevas, experiencias excitantes, cambios imprevistos en la rutina diaria.



Y qué hay mejor que cuando transcurrido un tiempo recuerdas los olores, los sabores y los fotogramas de un tiempo que fue eterno, donde el espacio-tiempo se comprimió acelerandote el corazón. Tiempo eterno, ya que reconstruyendo los pedazos del espejo que forma el recuerdo puedes imaginar, casi sentir, lo que para siempre irá en tu cortex cerebral.

Los recuerdos son los espejos de lo vivido, cuando se rompen hay que buscar los pedacitos sin cortarse.







MANUEL VICENT
El tiempo






El tiempo no existe. El tiempo sólo son las cosas que te pasan, por eso pasa tan deprisa cuando a uno ya no le pasa nada. Después de Reyes, un día notarás que la luz dorada de la tarde se demora en la pared de enfrente y apenas te des cuenta será primavera. Ajenos a ti en algunos valles florecerán los cerezos y en la ciudad habrá otros maniquíes en los escaparates. Una mañana radiante, camino del trabajo, puede que sientas una pulsión en la sangre cuando te cruces en la acera con un cuerpo juvenil que estalla por las costuras, y un atardecer con olor a paja quemada oirás que canta el cuclillo y a las fruterías habrán llegado las cerezas, las fresas y los melocotones y sin saber por qué ya será verano. De pronto te sorprenderás a ti mismo rodeado de niños cargando la sombrilla, el flotador y las sillas plegables en el coche para cumplir con el rito de olvidarte del jefe y de los compañeros de la oficina, pero el gran atasco de regreso a la ciudad será la señal de que las vacaciones han terminado y de la playa te llevarás el recuerdo de un sol que no podrás distinguir del sol del año pasado. El bronceado permanecerá un mes en tu piel y una tarde descubrirás que la pared de enfrente oscurece antes de hora. Enseguida volverán los anuncios de turrones, sonará el primer villancico y será otra vez Navidad. La monotonía hace que los días resbalen sobre la vida a una velocidad increíble sin dejar una huella. Los inviernos de la niñez, los veranos de la adolescencia eran largos e intensos porque cada día había sensaciones nuevas y con ellas te abrías camino en la vida cuesta arriba contra el tiempo. En forma de miedo o de aventura estrenabas el mundo cada mañana al levantarte de la cama. No existe otro remedio conocido para que el tiempo discurra muy despacio sin resbalar sobre la memoria que vivir a cualquier edad pasiones nuevas, experiencias excitantes, cambios imprevistos en la rutina diaria. Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles, deseos inconfesables, venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves, de forma que la costumbre no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando uno era niño.


El País 4/01/2009