Cultura/s de La Vanguardia número 351
“¿Es necesario producir seres humanos enfermos para tener una economía sana?”, se preguntaba hace más de cincuenta años Erich Fromm. Hoy cabría incluso redefinir esta pregunta y aumentar su nivel de acidez: “¿Es necesario producir seres humanos enfermos para tener una economía enferma?”.
Alfred Marshall, economista británico de finales del siglo XIX, quizás el más brillante de su época, afirmaba poco antes de morir: “He llegado a la conclusión de que la economía es un vano intento de narrar psicología”. Marshall apuntaba que, en efecto, todo proceso económico no es más que la manifestación de un conjunto de procesos psicológicos, conscientes e inconscientes, individuales y colectivos. En este sentido cabría pensar que la crisis económica que estamos viviendo no es más que un síntoma, la punta del iceberg de un proceso mucho más sutil y complejo. Se trataría en definitiva, de una crisis de consciencia entre cuyos ingredientes esenciales cabría destacar la avaricia, el egoísmo, el narcisismo, la paranoia y abundantes trazos psicopáticos como la falta de sentido de alteridad, de responsabilidad, de integridad, de visión sistémica, ecológica y a largo plazo. Ingredientes que nos hacen dignos de un buen psicoanálisis del conjunto de la especie, con especial énfasis en los responsables de gobernarla, aquellos que han sido depositorios de la confianza del resto. Por que en buena parte, la impotencia actual es la consecuencia de la prepotencia del pasado y también de la ingenuidad a la hora de dar el poder a determinados sujetos cuya personalidad mostraba evidentes y alarmantes síntomas patológicos.
En psicología se define la enfermedad con ausencia de contacto con la realidad. Pareciera entonces que toda crisis económica pasa por obviar lo obvio hasta que estalla en nuestras narices. La realidad que vivimos no es más que la manifestación necesaria y sistémica de la patología o la salud de la psiké, del alma, de las personas implicadas en tal realidad, sea cual sea el tamaño del grupo que lo conforma: desde una pareja, pasando por una familia, una organización empresarial, tribu, país, hasta el conjunto de la especie. De este modo, podríamos decir que la salud o la patología psicológica de los individuos que integran, y en especial los que gobiernan un sistema, tiende a manifestarse necesaria y sistémicamente en los procesos resultados observables de dicho sistema. La calidad del alma se manifiesta eb ka calidad de la comunicación, relaciones, acciones y objetos que emanan de esa alma. La psicología, consecuentemente, crea la economía.
Si la psicología etimológicamente es el conocimiento o la comprensión (logos) del alma (psiké), cabría pensar en la necesidad de desarrollar un paradigma más abarcante, la psiconomía, que permitiera profundizar y gestionar desde un prisma más amplio los procesos económicos desde una dimensión psicológica. En ello trabajamos un equipo multidisciplinar de profesionales desde hace tiempo y ya es materia obligada de formación en algunas facultades de psicología y ciencias empresariales.
El profesor de economía de Harvard, John Kenneth Galbraith, en su lúcido ensayo “La economía del fraude inocente”, advertía en el 2004: “Medir el progreso actual social casi exclusivamente por el aumento en el PIB, esto es, por el volumen de la producción influida por el productor, es un fraude, y no es pequeño”. Quizás ya ha llegado el momento de que ampliemos los indicadores del desarrollo económico con otros que nos hablen del estado psicológico de las personas que crean, viven y disfrutan o sufren esa economía. Porque la economía, más que cifras, son personas. Hemos llegado a asumir que tenemos una economía sana en la medida en que producimos y consumimos de manera creciente. Estamos sanos económicamente a partir de lo que generamos y devoramos y se mide nuestra riqueza con macroindicadores que nos alejan de lo humano, lo cotidiano, doméstico, real. De todo ellose podría desprender que desde los modelos económicos actuales la persona es algo secundario y el protagonismo lo adquiere por un lado el consumidor (que consume, gasta, devora…) o por otro el ser humano comprendido sólo como medio de producción. Hoy son las cosas las que miden el éxito del sistema (vehículos matriculados, superficies construidas, toneladas consumidas…) y la persona reducida a elemento productivo y de consumo es la que avala un aparente éxito que ha estallado en forma de una crisis que, necesariamente, nos llevará a un nuevo paradigma. Aunque esta será la primera de una secuencia de crisis mayores cuya finalidad será tomar consciencia de obviedades tan evidentes como que no podemos tener crecimiento económico ilimitado en un mundo limitado. Nuevos modos de pensar, actuar, comunicar, crear y transaccionar deberán emerger si queremos sobrevivir a largo plazo como especie.
El trabajo que nos quedo por hacer no es baladí. La cultura, la formación, la palabra, la consciencia, en definitiva, es el único camino hacia la calidad. Peter Druker, cosiderado por muchos el gurú del management del siglo XX, afirmaba en su libro “Managing in the next society”, en el 2002, poco antes de morir: “Todas las dimensiones de lo que supone ser un ser humano, y el ser tratado como tal, no han sido aún incorporadas al cálculo económico del capitalismo”. Pues ya va siendo hora. Aún estamos a tiempo. Demos gracias a la crisis.
Álex Rovira Celma
He descubierto el suplemento Cultura/s de La Vanguardia. Me parece uno de los mejores suplementos culturales del país, con mucha información y artículos con más contenido que en los demás periódicos donde últimamente se llenan de chorradas de tendencias, muchísimos más anuncios y tratan al lector como alguien un poco inculto.
Bueno pues éste es un artículo que me ha parecido realmente interesante, no es nada nuevo tampoco, pero me gusta el paralelismo que se puede realizar en psicología y economía. Por otra parte creo que el problema de ambas Ciencias, la economía y la psicología, es que sus límites no están muy bien definidos (epistemológicamente sería un debate muy amplio), y que las teorías que sustentan a estas áreas están todavía en fases muy preliminares de construcción. En el caso de la economía es obvio. En el caso de la psicología creo que también... la escuela freudiana, por poner un ejemplo, tiene teorías muy discutibles desde el punto de vista científico.
1 comentario:
Mira que casualidad que me has pillado a mitad del libro "Las cadenas de la Ilusión", autobiografía intelectual de Erich Fromm, donde desarrolla sus investigaciones basadas en el estudio comparativo de Marx y Freud.
Lo de la psiconomía me parece muy interesante aunque no sé desde que punto de vista se plantea el estudio, en mi opinión el comportamiento humano basado los fines económicos puede abarcar los límites de la sociología, ya que considero a la economía un valor absolutamente externo a la psique humana y que está influenciado completamente por el entorno y la cultura. Bueno no sé si me he explicado.
Sobre Freud y sus teorías económicas todavía no me siento capacitado para opinar al respecto, ya que de momento sólo conozco avances del psicoanálisis.
Un saludo. ^^
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